15 janvier 2008

Ferdinand

En el mundo donde habito Ferdinand es rey.

Sus ojos potentes, su insolencia, su descuido y su espíritu rebelde hacen que Ferdinand no dé cabida al mundo para que piense lo contrario. Yo creo que lo que nos hipnotiza a todos son los colores brillantes con que viste; azul real y amarillo, color que denota su nobleza. El color blanco de su barba inspira sabiduría, que por lo demás dicen que está muy bien ganada.

A mi se me da fácil admirarlo. Yo no soy de pensamiento altivo y soy buen material para ser vasallo fiel; dicen que a los que da su favor nunca volverán a estar desamparados. Yo espero que así sea pues cuando la lluvia arrecia, ¡que difícil es llegar a los terrenos de Ferdinand!

La cuadra está repleta. Los chicos nuevos llegan desesperados a buscar un pan y un café, mientras los que han sobrevivido a más batallas simplemente esperan su turno, sentados en sus templos de cartón y piedra, colchones húmedos y tesoros de otras vidas, de otros reinos y otros mundos. Esos mundos que nos visitan cada semana bajo el hielo de la noche, armados en caridad, con un café y una hogaza de pan, ofrendas del buen extranjero.

Pero no Ferdinand, quien está en su esquina, en su castillo, desafiando con su discurso poseído por la coprolalia, ya que en todo forastero ve un invasor. Los perros van y le obedecen, los gatos se acurrucan junto a él. Su mirada hostil espanta y el se aleja unas horas de su guarida; camina mientras el circo se desvanece y luego como si nada vuelve a su esquina para enseñarnos cómo es que vive el Rey del mundo que en tiempos remotos se dice que vivió lejos, que fue doctor, que espera a sus muertos fuera del cementerio, que la botella en algun tiempo vivió alejada de su largo chaquetón, que fue caballero y que tuvo un gran amor.

Pero no ahora. Ahora es el Rey, por lo menos de noche, por lo menos en mi cuadra.

En el mundo donde habito Ferdinand es Rey.

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féminine.

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